Yarko Rhea Salazar

Sananmun, prosa poética
 

Entre las diferentes vertientes de la poesía, tomando al lector como referencia, podemos mencionar en primer lugar, la que nos golpea y nos hace trastabillar, la que nos llena de reflexiones y la que nos hace compartir emociones. En la poesía de Yarko Rhea Salazar encontramos estas tres tendencias, se podría decir que es una poesía que completa las inquietudes del lector.

He tenido siempre presente la poesía de Yarko, desde sus inicios en la revista Contrastes en la cual compartí algunos números y me alegra la aparición de su primer libro Sananmun, prosa poética, una edición muy cuidadosa y prolija, con ilustraciones a cargo del gráfico cubano, Frank Arbelo, radicado en la Paz, que hace honor a los textos.

No trataré de hacer una análisis literario del libro sino trasmitir a medida que lo leo, de mis reacciones ante sus poesías.

Entonces recorro el libro que me remota a sentarme delante de un televisor escuchando un sonido de un lugar lejano, un Bam Bam, que se confunde al mismo tiempo con la salida de la pantalla de animales como culebras, insectos y de fetos momificados mientras miro una docusopa.

Yarko me lleva a este estado de suspensión de mi inconsciente sin dejarme bajar a la realidad, un estado que produce bienestar afrontando la crudeza del ser con todas sus impurezas.

El autor se encuentra en un mundo de preguntas, temas como el de la guerra de Irak, “La guerra había estallado y el cielo se cubría nuevamente de aeroplanos... Es el petróleo le decías...” Una guerra donde los ángeles dejan caer “...las almas de los mártires. Algunas se injertaban en las antenas del canal ocupado, otras quedaban enredadas entre los cables de alta tensión que cubrían la ciudad”.

También Yarko encuentra a esa bestia que llevamos por dentro y que agazapada espera la oportunidad para aparecer mientras se pregunta “como fue que la dejé entrar”, todo a su paso lo destruye pero al final sucumbe de un golpe de taco de zapato dejando “...escapar del orificio un humito cargado de fantasmas malolientes...” Y es el humo que se transformará en otra ocasión en “el diablo que vuela montado en su cristal de cuarzo, se estrella en la pared y cada fragmento refleja su risa en el firmamento sobre la mega ciudad.”

Me impresiona, como el autor describe, la lucha entre los ángeles y el mal, donde el mal parece salir airoso, pero es, “un niñito que alcanzó una servilleta y se restregó el ojo...”, que vence en última instancia. La inocencia vence al mal en un antiguo precepto surrealista.

No se escapa la tradición boliviana en sus poesías, En el socavón, donde el amigo de “el hambriento de almas caídas” es un perro que lo ayuda en la conversa y a salir “montao en lagartija”.

En el libro abundan los neologismos, algunas veces se dividen las palabras como re-encuentro, in-versión, de-construí, en-sueño, logrando de esta manera una consonancia especial, necesaria para ayudarnos a entrar en el misterio de la poesía donde en Lahentai, las secuelas de un maremoto cubre de sombras habitadas en tiempos remotos la tierra entre cadáveres, sandalias, motocicletas sin conductores.

En este mundo creado por Yarko recibimos imágenes de humor negro, sueños, amor, locura y la tendencia hacia el irracionalismo.

 

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