CRITCA

Brecha  22 de agosto de 2008

 Literarias 

Abimorad y los otros  

Cinco poetas sin adulteración

 Àlvaro Ojeda 

   La relación entre el poeta y su lector precisa de una premisa ineludible: que el poeta coincida con su yo poético. El poeta siempre es la voz que elige para decir la elección de sus sonidos. Cuando esa relación de unicidad se altera ocurren algunas ominosas consecuencias. El lector siente que el poeta no sabe adónde va y por lo tanto va hacia donde lo lleven sus sentimientos o hacia donde lo lleve lo que ha leido, y esto último en el mejor de los casos. En ambos ejemplos el resultado se sinteriza en la fórmula: el poeta no existe, no ha encontrado su voz, no sabe de sonidos, no dispone de un lenguaje, no es poeta. Sobran los ejemplos como sobran los dedos de una mano para contar a los poetas que son poetas. La prueba del nueve para un poeta suele ser la publicación de una antología, porque un libro o dos de posible poesía puede publicarlos casi cualquiera, sólo basta un poco de dinero y una presentación de cámara. Siempre es en la cancha dónde se ven los pingos hechos "palabra en el tiempo", como sentenció Antonio Machado.

    Hebert Abimorad (Montevideo, 1946, residente en Suecia desde 1975) publica una antología de su obra y la circunscribe entre los años 1982 y 2007, y por lo tanto se expone a una tarea de vivisección, de espejo, de cotejo con el más intransigente de los rivales, su propia palabra.

    La antología presenta ocho secciones que pueden describirse como cuatro libros "tradicionales", a saber: Gotemburgo amor y destino y Gestos distantes (en sus orígenes textos bilingües); el poemario Poemas frugálicos (que selecciona poemas de cuatro libros, también alguno de ellos bilingües) y Nuevos poemas poemas frugálicos. El panorama se completa con la publicación de cuatro textos de poetas heterónimos de Abimorad, que van desde una poeta hija de exiliados uruguayos desaparecida en un naufragio; su amante lesbiana, también poeta, un poeta del Interior de Uruguay (trinitario, para más datos), y por último un poeta estudiante de Bellas Artes que ha suprimido su apellido desde que leyó a Francis Fukumaya. Las biografías de estos heterónimos se sazonan con reportajes apócrifos  y textos de coherente impostura.

   Qué queda de la unicidad poética de Abimorad, sin contar con la calidad textual, la carne del poema?

    Todo. Desde el poeta elegíaco que escribe: “entre mis cimas/ no hay un valle/ un océano las une/sobre las dos emergen iglesias/ que rozan el cielo/ una metafísicamente/ la otra naturalmente/ a pesar de sus diferencias/ resido en las dos/ Cerrito de la Victoria/ Masthugget”.

Desde el poeta sentencioso y frugal que define a la tristeza como: “Tristeza: Regalar las alas y mirar el vuelo de los otros”, o “Tristeza: El tren parte con la felicidad”, o finalmente “Muchas palabras no hacen la tristeza más grande”.

    Incluso el otro Abimorad , el que escribe como la poeta Flor de Condomio, ex amante de la poeta apócrifa Martina Martínez, la mítica voz metonímica del poema de Homero Manzi, cierta desdicha que conecta a los poetas del estuario del Plata con sus padres elegíacos romanos y que hallará en el tango cierta forma de Consuelo.

   “La ciudad con sus elementos desconocidos. Con sus momentos en que el hombre recién nacido no conoce su futuro. La espera. La incertidumbre de mecerse en una cuna construída de perspectivas.”

Esa voz coincide hasta formalmente con sus versos anteriores del mismo y diferente Abimorad. ”Una mano en Montevideo/ la otra en Buenos Aires/ se contraen los brazos/ el Río de la Plata gime/ el bandoneón forma olas”. El vaivén de la cuna y el resoplar del fueye. Se respira lo que abruma.

   En esa pesadujmbre de vivir en otra vida sin regreso, salvo el parcial, se extienden los heterónimos del poeta, por ejemplo José José: ”fuerza/ mirada destructiva/ tus maestras/ mujeres autoritarias/ Misoginia/ bigotito/ tu cabello firme enloquecido/ bigotito/dramatizar la vida/ quiso ser actor/ mintió como escritor”.

   Aquí juntos, el que se apoya en otras voces que mantienen la misma voz. Pese al tiempo. El bello y cuidado volumen posee como valor agregado un enjundioso estudio previo del profesor Gerardo Ciancio.-

 

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