Poemas frugálicos (
Ediciones
Trilce, 1998)
Guillermo Querejazu
Cuadernos
de Marcha, 1998
Hebert
Abimorad es un pensador
inteligente y fiel a sus principios. Aunque no conozco
su obra leí detenidamente sus poemas
Poemas
Frugálicos y me atrevería a
interpretar que la trama de sus pensamientos –
entretejidos de poesía viva- son la misma trama de
nuestros sueños y nuestras predicciones. De nuestras
preguntas y nuestros dilemas, de nuestras felicidades y
nuestras desdichas. Por momentos parece que a H.
Abimorad alguien le hubiera
arrancado algo, o mentido. Tal vez el propio sistema. Y
se nota en sus versos a veces fugaces, que por ello ha
padecido. “La verdad es el aperitivo de la mentira.” O
cuando dice “La mentira es la dieta de la verdad.” ¿,De
qué verdad nos habla? No tenemos
que estar de acuerdo, pero esta es su verdad, su
experiencia propia, y eso es irrefutable.
A veces una
vida tremenda y llena de vicisitudes ha hecho a algunos
hombres a hacerse artistas de sangre. Han tenido que
subirse a esa escalera y mirar detrás del gran muro. Ya
no importa explicar a los demás por qué circunstancias
se ha debido subir a esa escalera sino tratar de contar
con entusiasmo que vemos desde allí. En primer lugar la
infancia, como dice el poeta. “Oh lejano Paraíso” o como
retrata H. Abimorad,
Juventud: Fragancia de la memoria.”
Esperando
encontrar aquellos caramelos del
cual sólo hallará “sus envolturas”, un vacío solo
capaz de sustituir fugazmente con sus versos
frugálicos.
Cuando
Abimorad dice que “en un
camino recto sin curvas el conductor se duerme”, podría
interpretarse como la lucha contra el tedio cotidiano,
como que la vida sin asechanzas no tendría sentido, una
vida sin ideales haría dormir a cualquier conductor.
Pero el espíritu del poeta no puede dormir frente a las
injusticias de los hombres, ni puede dejar de pestañear
frente a la belleza del mundo, un mundo empecinado a
veces cruel como el verso, y no menos maravilloso.
¿Qué haríamos
sin ilusiones? Qué haríamos sin esas pequeñas fantasías
que esconden grandes verdades, aquellas a las que H.
Abimorad nadie aún se las ha
podido decir, y trata de revelarlas en sus propios
versos.
“Ese pájaro que
golpea mi ventana en primavera, aún no sé su nombre...”
Acaso si
descubriera, si descubriera ese nombre,...que
más quedaría.¿ Si desaparece el misterio que hace mover
la pluma, su motivo para escribir también no se
desvanecería como el día?
Cuadernos de Marcha, 1998
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