Cortos, sostenidos, intensos
"Poemas
frugálicos", de
Hebert
Abimorad
La clasificación neológica de “frugálicos”
describe convenientemente a estos poemas de
Hebert
Abimorad (Montevideo,
1946), poeta que utiliza, con habilidad y
eficiencia, el haiku
japonés, el epigrama clásico grecolatino y la
sentencia ingeniosa a la manera de las
greguerías de Ramón
Gómez de la Serna, para
lograr un efecto lapidario sobre el lector.
Lapidario, no simplista, ni
reducidor.
Álvaro Ojeda
Son frugales entonces estos textos –métricamente
hablando– porque la acepción de frugal opera como
una guía por la cual Abimorad
pretende connotar cierto carácter de parquedad que
en este caso involucra a la extensión de la
escritura y no al comer o al beber.
Despejada la clasificación neológica queda por
delante la poesía y ésta presenta suerte
variada. El primer sector
del poemario parece ser el estrictamente
frugálico y avanza hacia
un segundo sector que se denomina Exilio y que a la
vez inaugura tres sectores más; Ayer hoy y mañana,
Méjico, y Destinos, ya en una clave más tradicional
en cuanto a extensión y a propuesta, aunque la
parquedad y la concisión acompañan la creación
poética como una especie de disciplina asumida, de
ejercicio de estilo, de vocación por sugerir mucho
escribiendo muy poco por poema, aunque en honor a la
verdad el libro acumula desde su brevedad, y alcanza
las 124 páginas en un discurso que vuelve una y otra
vez sobre los mismos asuntos con variantes
caleidoscópicas de
enfoque, de ángulo, o con consolidaciones más o
menos rastreables. En el
poema “La cadena”, el poeta escribe: “La cadena/ de
eslabones grandes y pequeños/ se está oxidando/ los
eslabones pequeños/ frágiles/ se descomponen
primero/ los eslabones grandes/ fuertes/ se
desesperan/ al ver la cadena romperse.”. Unas veinte
páginas antes el poeta había escrito
sentenciosamente: “El eslabón débil fortalece la
seguridad de la cadena.” En ambos textos subyace la
defensa de los débiles como apología engañosa,
aunque necesaria, de la fortaleza también engañosa o
en todo caso provisoria,
de la cadena. Una cadena que contribuye a mantener
la cohesión pero que a poco de observar su
estructura presenta signos de fragmentación. Su
contrapartida podría ser una lectura desde la
debilidad siempre aparente de los elementos más
frágiles de un objeto, y su viceversa. Una lectura
que encuentra en la frugalidad del neologismo una
nueva razón de ser: poemas cortos que
escandalizarían a las lecturas político ideológicas
al uso del siglo xx en
una nueva vuelta de tuerca de las connotaciones de
un texto poético y a la vez una ratificación de esas
mismas lecturas ideologizadas
que hacían hincapié en lo subyacente de los actos de
los hombres.
Es sin duda más disfrutable
ese primer sector más decididamente
frugálico del libro en
donde Abimorad consigue
ingeniosas reflexiones fotográficas –como los
haikus aconsejan– que el
intento no del todo logrado de mantener el soplo de
lo instantáneo en los sectores más tradicionales del
libro. Como muestra de semejante operación de
síntesis se encuentra el arte poética del autor,
práctico y conciso: “Poesía. Camino recto/ Con
diferentes finales/ Elección”, o el mismo
procedimiento para definir a la prosa: “Prosa. Un
laberinto./ Disposición./ Un solo final.”.
No obstante el intelecto no gana toda la partida y
la poesía de tono más secular logra redondear una
idea de eterno retorno bastante pesimista, sobre
patria y pueblo, con antecedentes en la poesía
uruguaya más o menos reciente.
“ayer los uruguayos/ más
o menos/ le cantábamos a los
farolitos/ los cruces de calle/ algo del 32/
y dos goles casuales/ hoy/ más o menos/ la misma
cosa.”
Poemas frugálicos, de
Hebert
Abimorad.
Ediciones
Libertarias, Madrid, 124
págs.